martes, 7 de julio de 2009

Reunión de Plazas

Paseaba este visitante en su anterior visita en torno al complejo monumental Patrimonio de la Humanidad (salvo que se lo piensen los de la UNESCO) comprendido por el Alcázar, Catedral y Archivo de Indias. El presente apunte sobre La Ciudad nace a partir del primero de ellos. Acudía recientemente a una de esas mágicas noches en los Jardines del Alcázar (si no han acudido aún recomiendo que paseen por allí). Digamos que estos actos aportan un doble deleite, el primero; un marco incomparable, suele eclipsar al segundo; el espectáculo en sí. En esta ocasión los Jardines albergaban la actuación de un gran compositor autóctono, quien, con su guitarra, proponía un recorrido musical por las plazas que le han visto crecer.



Composiciones inspiradas en o dedicadas a la Alfalfa, San Marcos, Santa Marta, Encarnación (con el chistecito de rigor), Salvador o San Pedro iban sucediéndose de forma agradable. La verdad que resultaba un curioso ejercicio de transportarse al lugar que estabas escuchando. Muchas de las conversaciones al finalizar el concierto fueron sugerencias de plazas que cada uno echamos en falta. Seguro que tú también tienes las tuyas.

Me pareció muy simbólico que no apareciera la Plaza de la Alianza, estoy seguro que para un gran porcentaje de nosotros es de nuestras favoritas. Y digo simbólico porque esta plaza está a punto de perder su nombre. Quizás por ello, no acudió a la cita del resto de las plazas, no figuraba por su nombre.

De momento un vecino (se oponen varios) ha evitado que se rotule como Indalecio Prieto, antiguo Ministro de Hacienda que, en el año 1931, consiguió la cesión de los Reales Alcázares a La Ciudad. La decisión fué tomada en Pleno y el homenaje a este político por tal logro, se va a realizar en esta emblemática plaza (también tengo la opinión de que es éste un homenaje meramente político, de quien se está dedicando a destrozar “el monopoly de Sevilla” con cambios en el nomenclátor).

Defiende este visitante como Patrimonio de La Ciudad, el nombre de sus calles (no es la primera vez que escribo de ello), sobre todo de aquellas que forman parte de la conciencia colectiva del ciudadano. Me parece bien que se sustituyan aquellas que aludan al Antiguo Régimen, pero en otros casos no tiene ningún sentido, y contribuyen cruelmente a una pérdida de señas de identidad.

Simbolismo o no, a la reunión de plazas con "sabor" de Sevilla, en una noche de verano en los jardines del Alcázar, faltó la Plaza de la Alianza (podrían haber sonado acordes a guitarra de “Cristo en La Alcazaba”). Claro que esta plaza ya se va a llamar de Indalecio Prieto, quien tuvo el mérito de “liberar” para La Ciudad al Alcázar para que, entre otras cosas, pudiera tener lugar esta reunión. No me extraña que no acudiera. Quizás fue una reivindicación de las plazas para con su compañera.

Paradojas de esta Ciudad.



Este visitante seguirá paseando por la Plaza de la Alianza.

miércoles, 1 de julio de 2009

Aquellas "Lagrimas de San Pedro"

Alguna recompensa tendría que tener estar una noche de domingo hasta altas horas de la noche ultimando una entrega.

En el lugar de trabajo de este visitante, las horas las marca el campanario de San Isidoro, y el tiempo estacional la gran torre atalaya de la Catedral; sus largas campanadas suelen coincidir con cultos especiales (recientemente el Corpus, en breve a la Virgen de los Reyes…). Si os ubicáis en este laberinto de calles que comunican la Alfalfa con el Palacio Arzobispal, casi podréis imaginaros el silencio que –salvo al paso de cualquier vehículo- suele invadirlas. El paseo por estos callejones suele ser una de mis dosis diarias de desconexión.

Volviendo al inicio, sería sobre medianoche cuando una de esas largas campanadas entraba por el balcón rompiendo un silencio que ya empezaba a ser pesado. Toda la calle se llenó de este sonido, hasta que volvió a ocuparla un silencio, que esta vez se interrumpía por un pasajero extraño; un leve y repetitivo toque de corneta. Son, que a cada repetición se hacía mas fuerte hasta que se escuchaba nítidamente. Las Lágrimas de San Pedro, hermosa tradición recuperada recientemente y ejecutada por la Banda del Sol, llenaban La Ciudad.



En este momento, este visitante hizo un viaje en el tiempo, aquello sones parecían llevarle a épocas pasadas: sonaba a antiguo. Puede parecer banal, pero una emoción total fue embargándome fruto de esa mezcla de la soledad de esas calles a esas horas de un domingo, con esos toques de corneta que sonaban a leyenda; un momento mágico.

Siguió este visitante con su trabajo con la sensación de que La Ciudad, una vez mas –cuando mas decepcionado estaba de ella- le había brindado otra oportunidad de reconciliación. Esos toques provenientes de la Giralda, habían llenado de ilusión esas calles vacías. “La Giralda al servicio de La Ciudad” pensé.

Al día siguiente, con los ecos gustosos de aquel momento, tiene que soportar uno como un comité de “expertos” de la UNESCO, se van a plantear que el conjunto de la Catedral, Archivo y Alcázar siga siendo Patrimonio de la Humanidad, por el impacto que genera la Torre Pelli, pidiendo la paralización de las obras. Supongo que estos “expertos” no vivieron la noche del domingo como este visitante, ni a la cantidad de momentos mágicos que como aquel, ha brindado, brinda y brindará a esta Ciudad.

Si Alguien juzga, que el peso de la Historia, la valía Arquitectónica, Artística y Sentimental de este conjunto arquitectónico, depende de la construcción de un rascacielos, por favor que me lo explique. Si no gusta la construcción de la Torre Pelli que se diga, pero no me utilicen a la Giralda de rehén para chantajear al ciudadano con amenazas respecto a su condición de Patrimonio de la Humanidad. Por ahí no paso. Dicen los “expertos” que decidirán dentro de un año sobre esta situación, por mi como si se toman seis, o no se acuerdan mas de esta Ciudad para otorgarle medallitas de quita y pon según se construyan o no rascacielos.

Las “Lagrimas de San Pedro”, del pasado domingo, serían por esta estrambótica situación. Pero para este visitante significaron una experiencia incatalogable.