miércoles, 12 de enero de 2011

El reloj de San Lorenzo

Parece que fue hace un eternidad cuando pasó el Rey Baltasar. Se deberá esta sensación al despertar de la impaciencia que, como un reloj, crece año tras año en el interior de este visitante. De hecho fue el año pasado. El verdadero cambio de calendario según la Ciudad se da por San Lorenzo, las campanadas provienen de la espadaña, una procesión claustral recorre la plaza y las agujas del reloj de la torre nos marcan la hora de un nuevo tiempo.



Siempre le ha parecido a este visitante que éste es el verdadero reloj de la Ciudad; sus manecillas interpretan a la perfección el tempo de esta tierra. De este rincón nacen y en este rincón mueren las distintas etapas que marcan el calendario emocional de cada “alguien” de la Ciudad.

Este reloj nos marca el comienzo del fin de semana cada viernes del año, y los da por concluidos en las frías noches de los domingos de invierno, cuando la soledad de la plaza invita al recogerse, tras dispersarse rápidamente los fieles que ocupaban la Basílica minutos antes.

Desde este momento hasta que esas agujas marquen las cero horas del Domingo de Ramos son muchas las vueltas que tienen que dar. Y conforme los rayos de sol proveniente del Aljarafe vayan bañándolo de oro –a cada vuelta le llegará unos minutos más tarde-, serán muchos los sentimientos que iremos reviviendo. Es el tiempo del disfrute.

Es ahora cuando mas nos gusta que corran las horas. Después nos parecerá una broma que ya estén sonando tres campanadas envueltas en sonidos de cornetas y tambores en la madrugada del miércoles santo; o que las seis de la tarde siguiente, y entre hábitos franciscanos, el Señor, ya en su paso, nos haga ver que ha llegado el ecuador de nuestra Semana. A partir de entonces todo será rápido, es el culmen de la teoría de la relatividad en la Ciudad: el tiempo parecerá detenerse en las primeras horas del viernes y luego volará. En un día de setenta y dos horas habrá acabado todo.

A partir de las doce de la noche mas tristes de la Ciudad, tras la Soledad y en soledad, este reloj empezará –ya sin prisas- a dar las vueltas necesarias para terminar el año.